Julio Sarquis, “El Turco”, tenía un fetiche consigo mismo. Mientras que otros presuntos traficantes decoran sus casas con la imagen de Al Pacino mientras dispara su ametralladora en Scarface, el cliché estético más grande del negocio argentino de la droga, Julio la decoraba con su cara. Había gigantografías por doquier en su propiedad de Monte Grande, una de más de un metro de alto decoraba su escalera.