Con coyunturas más y menos favorables, la Argentina es desde hace por lo menos dos décadas un polo productivo automotor en actividad y evolución constante. Los modelos de fabricación nacional recibieron novedades e inversiones en los últimos años y ganaron espacio en las ventas como contracara de las restricciones a las importaciones. Mientras que en enero de 2016 el balance entre autos importados y nacionales rondaba el 50%, en 2017 tocó un piso de 75-25% (favoreciendo los importados) y desde junio de 2021 se empezó a inclinar la balanza para el lado de los argentinos, que hoy representan un 60% del mercado.