Murió Fermín Eguía. ¿Surrealista? ¿Simbolista? Ninguna de las dos palabras aun juntas alcanzan para definir a este pintor para pintores tal vez el mejor acuarelista argentino. Tuvo su última gran muestra a fines de 2023 en el Pabellón de Bellas Artes de la UCA curada por el artista y dibujante Eduardo Stupía.“ Rincón o ángulo lugar desde donde se aborda lo visible del ojo al modelo hay un renglón concedido como pausa para que la perplejidad se amortigüe en el reconocimiento de los objetos familiares. Fortunato Lacámera afinca su reflexiva pasión en el escueto elenco de objetos que dispone sobre su mesita de una sola pata.” Así comienza Fermín Eguía uno de los mejores textos escritos sobre Lacámera pintor a quien admiraba y en el que encontraba inspiración.Fermín era un artista fuera del tiempo. De palabras exactas y pinceladas certeras distinguido y elegante de piel aceitunada y anteojos redondos como los de Lennon. Disfrutaba recorrer Buenos Aires y pasar desapercibido. Lugares como el Jardín Botánico el Zoológico el Rosedal o el Jardín Japonés eran sus fuentes de inspiración escenarios donde transcurrían hazañas y misterios. Allí entre los matorrales espesos aparecían sus clásicos monstruos de nariz prominente. Las fuentes y pérgolas se convertían en campos de batalla o en inquietantes caminos para cochecitos de bebés. En las glorietas de las plazas imaginaba discusiones entre seres invisibles.Para él una libélula era un helicóptero un pez se transformaba en una cañonera acorazada y una vaquita de San Antonio se convertía en un auto de paseo. Sus pinceles protagonizaban escaramuzas mientras el pintor aterrorizado se cubría el rostro para evitar salir herido. Todo esto era apenas una fracción de lo que Fermín veía en sus paseos cotidianos.De regreso en su pequeño estudio en una mesa de arquitecto sin inclinación tomaba una hoja de Ingres Fabriano si la economía estaba a su favor o una simple hoja de bocetar y comenzaba su ejecución. La acuarela una técnica que exige gran orden y planificación lo desafiaba con su regla de oro: los blancos son el papel y deben permanecer vírgenes porque no hay vuelta atrás. Fermín era un maestro en este arte envidiado y admirado por sus colegas.Desde muy joven su talento fue reconocido por grandes pintores argentinos que adquirieron sus obras entre ellos Leopoldo Presas Rómulo Macció y el bibliófilo y coleccionista César Paluí. No se equivocaron en su apoyo: Fermín dejó su huella como uno de los grandes.Esa huella tiene múltiples lecturas y aceptar simplemente que los personajes son imaginarios es no comprender su obra. Esos monstruos en conflicto en cruzadas y epopeyas haciendo el amor o planchando una camisa en un atardecer junto a la ventana; o una familia de monstruos unidos en armonía en el sofá iluminados únicamente por la pantalla de la televisión somos nosotros vistos desde un lugar imaginario pero al mismo tiempo conocido desde donde Eguía se permite blasfemar y nos abre un mar de reflexión atizado por el humor.Lo que vemos en la obra de Eguía es un sendero largo y luminoso de imágenes sobre papel. Un desordenado itinerario que nunca vuelve atrás pero que pisa y recupera cada tanto en un amable juego con el tiempo territorios ya cruzados.Murió a los 82 años después de haber vivido epopeyas únicas sin salir del barrio de Palermo. Nos deja un tesoro esparcido por la ciudad en paredes y museos. Y a quienes lo conocimos la certeza de que sus témperas acuarelas y dibujos son solo una parte de Fermín Eguía el amigo el maestro de la acuarela que ayer nos dejó.