Título de larazon.es - 13/12/2024 01:00:51

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Crítica de «Cien años de soledad»: lo mejor de la serie de Netflix es la …

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». Lo mejor de la serie «Cien años de soledad», que estrena Netflix, son los subrayados con el texto de la novela de García Márquez que recita una voz en off. Es lo que espera cualquiera de los lectores de esa novela primeriza, en cuanto pionera, que había de parir tantas imágenes que hacen imposible que cualquier director nacido sin rabo de cerdo logre un objetivo más o menos loable. Lo bien que queda en el cine Ágatha Christie y J.R.R. Tolkien y lo mal que luce García Márquez. El cabrón escribía contra las pantallas. Así que a la pregunta de qué tal es esta adaptación, la respuesta es: una serie de Netflix. Para lo bueno y para lo malo. A partir de ahora el título ya no vive en una tapa dura sino en un algoritmo. Los que no hayan leído la novela o sean ajenos al universo de Macondo encontrarán un raro culebrón que les entretendrá de otras series cortadas por el patrón adolescente y los que esperan que alguien les traslade cómo se ve un mundo en el que los objetos aún no tenían nombre volverán a decepcionarse porque lo que ven no es lo que imaginaron.  Tal vez sea hora de romper con este maleficio, estoy dispuesto a enfrentarme a alguien que no vea lo que yo, pero que vea algo interesante, incluso mejor de lo que una mente anquilosada pueda imaginar. No ha llegado la hora. Esta versión de «Cien años de soledad» intenta parir algo todo el rato, pero tarda más en alumbrar escenas de sexo al comienzo para que no se le vaya el público, los pechos de la primera dama de Macondo, que en hacer que los muertos nos hablen sin la partitura del texto, como si fuera un audiolibro con imágenes, que es en lo que a veces se convierte la serie. Sin esa muleta, la serie se cae. Luego está el «acento». Para un español, la novela es muda, las palabras llegan a un lugar del cerebro y se desvanecen. Es inevitable que aquí posean un bello deje colombiano que convierten el relato en otra cosa, igual más cerca de la cabeza de Márquez, pero más lejana de la nuestra, o de la mía. Porque Márquez escribía en español y a la vez en una «no lengua» que acompañaba a ese «no lugar» donde transcurren sus historias. La producción tiene buena factura, solo faltaba, detrás están los hijos del Nobel, entre ellos Rodrigo García, y Laura Mora se esmera en la dirección. Macondo, el personaje central, es el mejor parado. Como en el libro, ninguno de los que intervienen en este artefacto audiovisual sabe cómo recuerda Aureliano Buendía porque igual Aureliano no recuerda y somos nosotros los que recordamos aquel día cuando descubrimos una novela que, décadas después, convertiría el realismo mágico en un culebrón, que tal vez es para lo que estaba destinado visto en un espejo deformante. Igual el culebrón es una novela de Márquez que nació con rabo de cerdo. Así que quedamos a la espera del próximo intento, cuando un caballero o una dama puedan empuñar a Excálibur o resignarnos a pensar que, en el fondo, hace tiempo que «Cien años de soledad» está filmada.

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